jueves, 21 de diciembre de 2006

La vida, mi vida, es un juego de espejos. Todos me reflejan, y todo soy yo mismo.
La ira, el miedo, el abandono, la calidez, la misericordia.
Recordarlo es un ejercicio supremo: vaya ecuación difícil. Y nunca me ha ido bien en matemáticas. Odio los polinomios, las derivadas, las integrales.
La vida es biología y química; el espacio exterior, física y matemáticas. Lo pequeño y lo grande deciden sobre nuestra vida; somos figuras de ajedrez en el tablero de Dios. Yo no paso de peón. Pero quiero llegar a ser un alfil o al menos una torre.
Mantén, entonces, la máxima del espejo en la cabeza y en el corazón. Aunque no sea fácil.

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