martes, 19 de diciembre de 2006

Recuperar los trozos de vida que nos rodean por doquier. Adaptarse a realidades siempre más pálidas que nuestros sueños. Acostumbrarse a esas pequeñas pérdidas del día a día. Al desamor.
Tiempo, todo lleva su tiempo. Incluso la eternidad se vive en un momento, y ese instante siempre es presente en el recuerdo.
Cuando no podemos más nos queda el teatro de lo que ha pasado. Los límites del tiempo se diluyen y sentimos, actuamos y vivimos en un presente continuo, único, casi perfecto.
Amplificamos lo que sentimos una vez, lo teñimos de intensidad, lo amparamos con aprehensión, le inventamos nuevos olores e innovamos nuevos sonidos y le añadimos extraños sabores que jamás degustamos antes...Porque no podemos olvidar, ni en la revisitación más minuciosa, que ya todo se ha quedado atrás.
Vivimos rodeados por ruinas. Las ruinas de nuestro ser.
Dejémoslas así, estatuas mutiladas, sin adormos, sin añadidos superfluos. Nos recuerdan que alguna vez se hubo sido, que alguna vez se vivió de una manera que ya ha dejado de ser útil.
Recuperar los trozos de vida que nos rodean para clasificarlos, adorarlos, y dejarlos finalmente atrás.
Siempre hay que volver a empezar.

No hay comentarios: