miércoles, 24 de enero de 2007

Estoy construyendo un Puente entre lo pasado y lo nuevo con ayuda de unas urracas celestes.
Intento, a través de él, poner en contacto un mundo que fue con uno que será, mezcla de mis experiencias y mis ensueños.
Sorprendido por la clarividencia, o la falta de escrúpulos, de mi juventud. Y de la absoluta carencia de límites.
Soñar no cuesta nada a los veinte años. No debería ser más caro ahora, cuando se calculan mejor los límites (o se tienen más miedos.)
Intentaré entrar en contacto con esos mundos maravillosos en donde todo es posible: escenas, sentimientos, destinos entrelazados. Trataré de desarrollar, como antaño, esa capacidad mediúmnica que hace fluir a través nuestro seres no nacidos y pasiones todavía informes, que ya habitan en lo más recóndito de nuestro interior. Ese viaje interno, propio, en el que se cumple el fin último de nuestra existencia, que es crear. Egoísmo absoluto, estación mental eterna, suspendida en el limbo del tiempo que corre.
Llegar al fondo, tocar con nuestros pies la última de las fronteras, y salir a nado hacia la superficie. Eso es sobrevivir. Eso es vivir.
Atravesaré el Puente de las Urracas y todo quedará atrás.

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