jueves, 28 de diciembre de 2006

Sentir de nuevo. Velar de nuevo.
Vivir otra vez.
Que ése sea el destino, y el camino también.

miércoles, 27 de diciembre de 2006

Siempre hay esperanza. Incluso en la desazón más absoluta; en el más completo de los abandonos y en el más intenso dolor. Todo acaba, todo tiene su fin.
Y todo fin es un nuevo comienzo.
A veces me siento un Fénix.
Todos renacemos, una y otra vez, de nuestras cenizas.

viernes, 22 de diciembre de 2006

Invierno.
Frío. Silencio.
Quietud.
Hielo. Nieve.
Invierno. Infierno.
Oscuridad.
Soledad. Esperanza.
Invierno.
Sueño. Vida.

jueves, 21 de diciembre de 2006

La vida, mi vida, es un juego de espejos. Todos me reflejan, y todo soy yo mismo.
La ira, el miedo, el abandono, la calidez, la misericordia.
Recordarlo es un ejercicio supremo: vaya ecuación difícil. Y nunca me ha ido bien en matemáticas. Odio los polinomios, las derivadas, las integrales.
La vida es biología y química; el espacio exterior, física y matemáticas. Lo pequeño y lo grande deciden sobre nuestra vida; somos figuras de ajedrez en el tablero de Dios. Yo no paso de peón. Pero quiero llegar a ser un alfil o al menos una torre.
Mantén, entonces, la máxima del espejo en la cabeza y en el corazón. Aunque no sea fácil.
Sin embargo, todo es distinto. Nosotros somos diferentes. Me miro y observo mis cicatrices, mis trofeos de vida. No me enorgullezco de ellas, pues todas (o en su mayoría) son fruto de la Pérdida: un amor, un sueño, una ilusión. Están cosidas a renuncias, curadas con una mezcla de lágrimas y decepción. Pero son mías y me han traído hasta aquí. Me han hecho más cínico, más melancólico, más yo mismo; cosa que les agradezco. No habría historia de mi vida sin ellas: me han modelado, han sacado lo que llevaba dentro escondido. Han sido mi carminativo, mi luz.
Dar los primeros pasos superando la encrucijada. Ver el horizonte y suspirar. Así es la vida. Un continuo viaje hacia adelante en el que se repiten casi los mismos paisajes.

martes, 19 de diciembre de 2006

Recuperar los trozos de vida que nos rodean por doquier. Adaptarse a realidades siempre más pálidas que nuestros sueños. Acostumbrarse a esas pequeñas pérdidas del día a día. Al desamor.
Tiempo, todo lleva su tiempo. Incluso la eternidad se vive en un momento, y ese instante siempre es presente en el recuerdo.
Cuando no podemos más nos queda el teatro de lo que ha pasado. Los límites del tiempo se diluyen y sentimos, actuamos y vivimos en un presente continuo, único, casi perfecto.
Amplificamos lo que sentimos una vez, lo teñimos de intensidad, lo amparamos con aprehensión, le inventamos nuevos olores e innovamos nuevos sonidos y le añadimos extraños sabores que jamás degustamos antes...Porque no podemos olvidar, ni en la revisitación más minuciosa, que ya todo se ha quedado atrás.
Vivimos rodeados por ruinas. Las ruinas de nuestro ser.
Dejémoslas así, estatuas mutiladas, sin adormos, sin añadidos superfluos. Nos recuerdan que alguna vez se hubo sido, que alguna vez se vivió de una manera que ya ha dejado de ser útil.
Recuperar los trozos de vida que nos rodean para clasificarlos, adorarlos, y dejarlos finalmente atrás.
Siempre hay que volver a empezar.

lunes, 11 de diciembre de 2006

El silencio, solo o compartido, ayuda a sanar las heridas. Y a unir. No hay lazo más fuerte que la complicidad de las miradas envueltas en silencio, cuando hablamos con los gestos, con los olores y los tactos.

viernes, 8 de diciembre de 2006

Por más que bese la tierra por la que caminas, por más tiempo que espere una llamada, un mensaje, no puedo estar siempre a tu merced.
No puedo suplicar más. No puedo ofrecerte más. Ya lo tienes todo.
Y tú haces y deshaces el tejido de mi vida con impunidad, con inconsciencia.
Ya lo tienes todo. Ya no hay más que dar.

jueves, 7 de diciembre de 2006

La borrasca enorme que sacude la tierra se asemeja a mi propia revolución interior. Viento, lluvia, desorden. Caos.
Después la calma, visualizar los destrozos y reparar los errores. Volver a empezar.
Otra vez.

martes, 5 de diciembre de 2006

A veces es tal la decepción que siento de mí mismo que me deja sin habla. Y no es que espere grandes cosas de mí (quizá debido a eso.) Sin duda, sentimientos semejantes son la base de muchas sociopatías, de los trastornos alimentarios, y de tanta infelicidad, de tanta depresión que nos rodea.
El ambiente no ayuda, con ese afán por buscar y enseñar sin el menor pudor las bajezas del ser humano, su lado más terco y ruin. Pero todo eso es un reflejo de lo que sentimos en nuestro interior; no ganamos nada denunciando y atacando una de las manifestaciones de la enfermedad; debemos arrancar la resolución desde la raíz, desde el interior de nosotros mismos.
Lo malo es que no hay ninguna guía, ninguna palanca exterior lo suficientemente válida que opere el cambio por nosotros o con nosotros. Por eso prolifera la literatura de autoayuda, los psicofármacos y ese inmenso abanico de leyes y religiones huecas que acaban ahogando nuestros gritos de angustia, nuestras peticiones cada vez más sordas de auxilio.
Todo comienzo está en nosotros mismos. Todo cariño, todo mimo brota de nosotros y hacia nosotros va dirigido. Toda agresión, toda lástima.
Todo comienzo necesita un fin, un fin total, un dejar de mirar atrás. El ciclo debe romperse en algún punto. Implica dejar de lamentarse por lo que fue, lo que se hizo o lo que se abandonó. Implica el sacrificio de dejar de revisionar los hechos acaecidos o sus consecuencias; nos lleva a aceptar lo que tenemos y caminar hacia adelante, sin lamentos ni plegarias. Lleva asociado el perdón, el eterno perdón por no estar a la altura de nuestros sueños.
Debemos aprender a perdonarnos sinceramente. Así podremos ver en otros nuestros errores y, al reconocerlos, ser también indulgentes con ellos.
Ése es el problema, la raíz de la desesperanza, y su tratamiento.
Sólo así podermos girar la vista al sol que amanece diariamente y sentir su calor.

lunes, 4 de diciembre de 2006

Rituales de despedida. Uno por uno. Abandonar en un lento adiós esos hábitos malsanos que nos hacen daño; esas costumbres dulces que una vez nos dieron vida pero que ya se quedan atrás.
Cambios arrebatados; evoluciones imperceptibles; todo cumple un orden, un principio y un fin. Aquello que nos alegró antaño ahora parece aburrirnos; lo que un día nos excitó, pasa por nosotros dejando un estímulo apenas perceptible. Así son las cosas. No lucho contra ello. Ahora no.
Cada día tiene su sino; cada momento, su lugar en el mundo.
Es nuetro deber recoger cada una de nuestras renuncias, olvidarlas en el mejor de los casos, y seguir hacia adelante.
Cambio de año, cambio de cielo, cambio de piel.
Rituales de despedida. Uno por uno. Abandonar. Decir adiós.
¡Oh! Decir adiós.

sábado, 2 de diciembre de 2006

Verte, tenerte cerca, ha sido un soplo de energía.
Me cuesta estar a tu lado y no tocarte, abrazarte, demostrarte mi cariño.
Te necesito como al aire que respiro.