martes, 21 de julio de 2009

¿Y podré?
¡Ah! Lo ignoro...
Siento que nace lava ardiendo de mis entrañas. Es como gestar un infierno, que se mueve y carcome y desahucia. Debo abrir una incisión certera para exprimir esta infección hasta la última gota, veneno sin igual que empalaga mi alma incierta.
Un cáncer crece en mi interior y se extiende continuo hasta segarme las alas.
Soy frágil, irónico, inválido, mutante, mutado, mentado y olvidado. El amor me dejó porque nunca me poseyó por completo. Y ahora debo buscar en un erial la joya que prenda en mí el nuevo deseo, la nueva fuente, el nuevo ser. Si puedo.
No puedo odiarle por abandonarme. no puedo reclamarle ni un centímetro de cariño que nunca quiso darme.
Porque soy yo el que se odia a sí mismo y el que no se quiere nada, ni siquiera un poco.
Pude amar por los dos (y sí, lo hice todos los días); pude amar porque representaba toda mi existencia. Pero no era mi vida. Mi amor no era yo; era otro el que amaba: no podemos dar amor si no nos queremos a nosotros mismos. Aún peor y más trágicamente: ¿qué amor, si sólo odio hacia mí mismo brota de mi interior?
Pensé que el amor me daría fuerza (y sí, me las dio.)
Pensé que el amor lo justificaría todo (y sí, lo hizo.)
Pensé que el amor me iba a transformar, ayudándome a romper la crisálida (y sí, pudo haberme ayudado.)
Pero no su amor. Porque nunca le he interesado.
La vida es actividad, lucha y cambio; exposición, sufrimiento, crecimiento y ligereza; olvido y tranquilidad; desazón y ordinariez; bajeza y servidumbre; desamor y nada.
La vida que me da miedo vivir; que me da miedo sufrir; que involuciona hacia el estado de quietud máximo, que ni siquiera es morir, porque para morir hay fragilidad tras el movimiento; y yo, ahora, ni siquiera tecleo estas palabras, ni siquiera me hallo en mí.
Estoy enganchado a la inactividad, al no sufrimiento, al no correr riesgos, a la no-vida.
Y eso no es vida.
En esta lucha sin tregua, en esta sinrazón, me devano los sesos guerreando hasta el cansancio contra mi propia naturaleza, mi verdadero ser.
Es parir sin querer parir, llorar sin querer derramar lágrimas, vivir sin si quiera dar un paso.
En este estado de congelación inane, mi corazón continúa latiendo, mi cerebro pensando y mis sueños arrojando sus luces y sus sombras atractivas.
Me debato entre la evolución y la dejadez, entre el odio a mí mismo y el odio al amado, y pierdo en todos los frentes.
Me quedo sentado haciendo nada, y mi interior se regocija haciéndome sufrir.
En esta sin razón velo día y noche, y no creo saber cuándo decir basta.
Siento mi revolución interior cómo azota con vientos inmisericordes las fronteras de mi ser. Estallo en mil pedazos arrastrado por la fuerza de la lluvia que parece no detenerse nunca. Es una locura luchar contra nuestra naturaleza, pues se revela demasiado poderosa y única, pues se rebela sin piedad, arrastrando todo a su paso: mi cansancio, mi descanso, mi sueño, mis fuerzas, mi inamovilidad.