sábado, 4 de agosto de 2007

Vacío. No me llena nada.
Huyo si rumbo hacia ningún lugar.
Soy como una pelota que rebota en la habitación universal sin peso, densidad ni sustancia.
Vacío. Lleno de nada.
Ni siquiera me queda la tristeza.
Pero no es tuya la culpa. Nunca lo es.
Es mía, lo sé. Y por eso cargo con ella como una cruz.
El violín sigue sonando y mis lágrimas inundan sus notas de aire.
Estoy solo. Sin ti. Como siempre he estado.
¿Por qué tener esperanzas en el espíritu humano?
No hay ninguna prueba que lo refute.
Y ya no quiero encontrar una excusa nueva para ti.
Estoy muy cansado y solo.
No tengo ya con qué pegar los trozos de mi corazón roto.
Me has herido mortalmente.
Tú también, Bruto.
Tú también.
No sentir. No esperar. No soñar.
Tener los ojos abiertos y el corazón tapiado.
Así sólo nos herimos nosotros y nunca los demás.
Corazón de piedra.
No volveré a rogarte nada jamás.
Me siento solo. Te busco y no estás, porque no quieres estar.
Y el violín suena y lloro sus dulces tonos, cayendo por mi rostro notas de pena.
Te busco constantemente. Sé que ahí estás, pero no quieres que te encuentre. Y la angustia que me corroe acaba destruyéndome en el silencio, porque no puedo compartirlo con nadie.
Ni contigo. Mi causa y razón de vivir.