Tuve. Ya no tengo.
No tengo sueños. No sueño nada; pues intento estar despierto, viviendo esta realidad vacía.
Para no soñar contigo.
Una recurrente pesadilla.
jueves, 16 de abril de 2009
miércoles, 15 de abril de 2009
Despertar tras un largo período de insomnio, de inerte ingravidez.
Los pasos se hacen grávidos; el corazón se detiene y la razón se erige en juez y parte, en demandante y sufriente; en castigador y pena.
El amor muere el día que nos damos cuenta de su fragilidad, de su tontería o su inutilidad.
El día que ni parches, ni muletas, ni brujerías pueden contener un dolor hiriente; una herida despegada; un alma rota; el amor se apaga de repente, como si nunca hubiera existido; o, aún peor, rodeado de las quemaduras del dolor.
Los pasos se hacen grávidos; el corazón se detiene y la razón se erige en juez y parte, en demandante y sufriente; en castigador y pena.
El amor muere el día que nos damos cuenta de su fragilidad, de su tontería o su inutilidad.
El día que ni parches, ni muletas, ni brujerías pueden contener un dolor hiriente; una herida despegada; un alma rota; el amor se apaga de repente, como si nunca hubiera existido; o, aún peor, rodeado de las quemaduras del dolor.
El amor muere cuando los sentidos irrumpen en el corazón, cuando la razón toma el relevo del cansancio, la angustia, la espera, la decepción y el abandono.
Entonces lo sabemos, y miramos hacia otro lado; empleamos medidas de reanimación, como un enfermo terminal, un espejo roto o un futuro inalcanzable.
El amor muere cuando nos damos cuenta de su final.
Entonces lo sabemos, y miramos hacia otro lado; empleamos medidas de reanimación, como un enfermo terminal, un espejo roto o un futuro inalcanzable.
El amor muere cuando nos damos cuenta de su final.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)