domingo, 5 de noviembre de 2006

Cielo de luna cargado de nubes. Reflejos huidizos, colores argentinos, morados y azules, lento planeo de la noche llena al amanecer perezoso. Bella luna, confidente y humana: creces, te realizas en tu redondez de planeta sin gravedad, y finalmente te pierdes disuelta en la luz de la mañana, arropada por el orto incesante del nuevo día.
Luna, como Fénix, renaces de tu propia esencia. Eterna por deseo divino, amada por amor humano.
Tu reflejo en mi ventana ilumina con tenue brillo la noche oscura de mi alma. Le das alas, le das esperanzas. Verte jugando con el estanque, haciendo el amor con las olas del agua que fluye, me reconforta. Verte así, rodeada de estrellas, es tropezar con uno de los rostros de Dios.
Oh, luna, Luna de Noviembre. Cuánto me parezco a ti.

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