domingo, 5 de noviembre de 2006

Sentimientos contrapuestos; olas que chocan imparables en la orilla de mi mar interior. Fuerzas opuestas que tensan mi tranquilidad; Newton haciendo gracias a mi costa.
Tanto qué decir... Se agolpan las ideas y las sensaciones en las yemas de mis dedos, deseosas de obtener la energía de los planetas, el aliento nuclear de Dios. Intento traspasar los límites que me atan al Silencio, oscuridad henchida de ruido que rellena mi vida, que ahoga mi aliento. Juego con las armas que me destruyen deseando renacer de nuevo.
Es difícil reunir los pedazos de un corazón roto. Me faltan ánimos para resucitar el mundo de ilusiones; me faltan fuerzas para generar nuevas erupciones internas, nuevos estallidos de paz completa.
Me falta serenidad, me falta plenitud. A pesar de vivir rodeado de comodidades, de tecnología punta, de ciertos lujos de pequeño burgués. Me falta aliento, combustible, compañía. Y escribir. Y vivir. Y tener de qué escribir y de qué vivir.
En un mundo rodeado de tanta necesidad material, el vacío existencial no tendría cabida. Pero existe. Puedo ayudar a hacer de nuestro planeta un lugar mejor, y no sólo desde el punto de vista económico: una sonrisa, una cortesía, la más pequeña posible; un hecho desinteresado... Pero sin embargo la sensación de fin continúa ahí, instalada en el interior de mi vida como la semilla en el centro del fruto. Me sigue, me persigue, dejándome muchas veces sin aliento. Sin sentido de vida.
Escribo para ver mejor entre la bruma, para encontrar guía en medio de la oscuridad.
Escribo para admitir mi desesperanza, mi desazón. Y para comprenderla. Y para aceptarla. Y para dejarla atrás.
Escribo para reencontrarme y aceptarme. Para hallar nuevas metas que me motiven. Para ser yo otra vez. O yo de otra manera.
Escribo para mejorarme e intentar ser feliz y dar felicidad sin esperar nada a cambio.
Escribo para olividar lo que siento y decantarlo, transformarlo en mi ganga particular, en mi tesoro eterno. Suerte de Paracelso más torpe y con menor tesón, pero con mayor éxito.
Escribo finalmente para entender el inmenso lienzo que es mi vida. Y para arrancarme la palabra Melancolía.

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