martes, 21 de noviembre de 2006

Siento una pena honda y oscura. Un vacío profundo e insondable. Una extraña atracción hacia la nada absoluta.
Pero también una parte de mí gira hacia la luz, busca la mañana, se regocija en la espera, se alimenta de sueños, aún cree en la esperanza.
Ambas partes se imbrican, se dasgarran. Luchan entre sí indómitas a riendas, insensibles a fustas.
Mi caballo negro y mi caballo blanco se reconocen, se devoran, y siguen el camino trazado, dejando exhaustos los brazos de su Auriga; dejándome sediento y dolorido.
Mi vida es una constante lucha entre los Olímpicos y los Titanes. Es una batalla ciega entre la orilla y el mar. Se esparce y se retrae entre el orto y el ocaso. Se atiende y se abandona. Se olvida en un punto para recordarse en otro. Pierde el sentido de su existencia para recobrarlo más tarde, disfrazado de nuevo destino.
Así es mi vida. Así debo vivirla. Aunque a veces lo olvide, aunque a veces me canse.
Aunque sólo pueda llevarte en el recuerdo para seguir adelante.

No hay comentarios: